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domingo, 6 de julio de 2014

Reportaje a Juan Jose Ceselli por Alberto Claudio Blasetti




ACB - ¿Cómo se inició en el surrealismo?

JJC - Para abreviar diré que a los 43 años cambié mi esquema de vida para convertirme en poeta.

ACB -¿Por qué a los 43 años?

JJC - Porque desde la adolescencia no había vuelto a escribir poemas, hasta que a esa edad, leyendo por primera vez a Neruda, surgió en mí la necesidad de dedicarme de nuevo a la poesía.

ACB -¿De modo que Neruda es el motivo por el cual actualmente escribe poemas?

JJC - Gracias a Neruda y digo gracias porque le estaré siempre reconocido, retorné a la poesía que había abandonado durante tantos años… Y no me arrepiento. Al contrario, porque así fue como en el ´53 edité mi primer libro que la crítica señaló como surrealista.

ACB -¿Conocía el movimiento?

JJC - No. Para mí constituyó una verdadera sorpresa esa etiqueta, porque ignoraba completamente su existencia. Por aquel entonces sólo leía libros de filosofía y ensayos científicos. En consecuencia, me puse a averiguar cuanto concernía al surrealismo y comprobé con asombro que estaba identificado con él aun antes de conocerlo.

ACB -¿Quiere decir que sin saberlo el surrealismo guió su posición estética en la realización de sus libros de poesía?

JJC - Era inevitable. El surrealismo estaba en la atmósfera del mundo moderno, razón por la que su influencia se encuentra claramente definida en dos etapas que dividen el espíritu que imperó en la creación de mis obras. La primera, que va de La otra cara de la luna hasta La sirena violada; y la segunda, que comprende Violín María, El Paraíso desenterrado, que los escribí durante mi permanencia en Francia, La misa tanguera y La Selva 4040, además de otros tres: Poemas Jíbaros, Humor mágico y La dame sans merci, estos tres últimos inéditos todavía.

ACB -¿Cuántos años vivió en Francia?

JJC - Del 56 al 61. En este último año regresé para ocuparme de la publicación de Violín María que fue premiado por el Fondo Nacional de las Artes.

ACB -¿Qué es entonces el surrealismo y por qué es usted surrealista?

JJC - Pienso que se es surrealista del mismo modo que se nace poeta. O sea, se "nace" surrealista. En cuanto a mí, fui, sin saberlo, como lo dije antes, surrealista desde que tuve conciencia necesaria para pensar. Siempre me fascinaron desde muy niño las frases insólitas o las cosas raras o mágicas, como el carnaval, las flores, los pájaros, los fuegos de artificio. Quiero con estas palabras subrayar que el surrealismo no es una retórica que se aprende sino que constituye una posición natural del individuo frente a la vida. El surrealismo busca el lado maravilloso de la existencia. Busca alcanzar y nacer permanentemente en estado parecido, en cierta medida, al instante fugitivo que se experimenta entre el sueño y la vigilia, en que lo real y lo sobrenatural se confunden en una sola y misma cosa y todos los milagros parecen entonces posibles. Por esta razón el surrealismo no es una mística con la que solamente se busca practicar el arte por el arte o el arte "comprometido", en el sentido que hoy se estila definir esta frase, sino que es una mística que busca la unidad espiritual y material del hombre, es decir, que sus vísceras participen de lo prodigioso tanto como su espíritu. Por eso el surrealismo cree en la poesía. Porque es en la poesía en donde ambas cosas se dan con más facilidad y ampliamente. Por eso, para el surrealista, la poesía no es solamente la búsqueda de una belleza pura, ideal, no, sino la expresión del hombre total, de su esencia, de todo lo que tiene de lógico y contradictorio, de todo lo que tiene de conocido y desconocido, sea malo o bueno, feo o hermoso. Es la unión de lo cotidiano y contingente con lo maravilloso, la realidad con el arcano. Por lo cual me parece oportuno citar aquí la sentencia con que inicio mi libro Violín María: "El milagro es la forma de hacer visible el mundo invisible, del que está hecho el mundo visible". Esto explica por qué el surrealismo no es una retórica sino una actitud frente a la vida, y por qué son surrealistas, aunque no escriban versos, todos aquellos que hacen de su existencia una aventura apasionante y milagrosa. Esto quiere decir que el surrealismo siempre existió, y lo que hicieron André Breton y sus compañeros fue codificar estos principios, poniendo al servicio de dicho fin sus vidas y su entusiasmo. Muchos de ellos cayeron inmolados durante el camino. En consecuencia me permito citar aquí, como homenaje, algunos nombres: René Crevel, Antonin Artaud, Robert Desnos, André Frederique, René Daumal. Todos estos poetas murieron trágicamente. Es una aclaración que hago para que se tenga una idea del grado de exaltación y sufrimiento que todos ellos padecieron. Aquel que sabe renunciar a los bienes sensuales, a la seguridad, al confort, para quemarse como una antorcha viva en la prodigiosa aventura de lo desconocido o en la auténtica creación, ésos fueron y seguirán siendo surrealistas "avant la letrre", Swift o el propio Cervantes en su vida y su obra.

ACB -¿Piensa entonces que el surrealismo no es sólo un producto del mundo moderno?

JJC - El surrealismo es un producto del mundo moderno pero también del pasado. Siempre hemos vivido en un mundo surrealista. Toda la creación es un hecho surrealista, sólo que la gente no lo admite. Constantemente nos encontramos rodeados de hechos totalmente insólitos, imprevisibles, que las personas asumen como algo lógico, por más ilógicos que sean, por la sola razón que acontecen. Y esta atmósfera surrealista que nos rodea la ignoramos sistemáticamente por temor, porque si aceptáramos que nos hallamos en medio del caos moriríamos de espanto, un caos como muy bien lo puso en evidencia Breton al descubrir tal como en realidad acaecían los acontecimientos que describe en Nadja, en El amor loco o en Los vasos comunicantes. Asimismo, podemos citar a Kafka en América o en El Castillo, a Dostoievski en Los hermanos Karamazov y tantos otros.

ACB -¿Existe un arte surrealista y otro que no lo es?

JJC - Todo arte auténtico es en sí surrealista. Los escritores, en general, sienten pánico para lanzarse en el laberinto de la ilogicidad, el caos surrealista. ¿Quiere sin embargo nada más lógico que el Ulises de Joyce? Ni nada más surrealista que el comportamiento de Ulises en la obra de Homero. No obstante se empecinan en escribir obras saturadas de supuesta logicidad cronológica. Y es allí cuando todo suena falso. Como en esas novelas de principios del siglo que hoy nos parecen tan ingenuas, pongamos por ejemplo Marianela de Benito Peréz Galdós o de la Condesa de Pardo Bazán y tantos otros. Por incongruentes, el academicismo se desplomó de manera tan melancólica y total. Los grandes artistas de todas las épocas jamás temieron lo inexplicable y crearon sus obras plagadas de elementos y efectos surrealistas, como los pintores: el Caravaggio, Velázquez, el Greco, y detengámonos aquí. Si queremos leer la más surrealista de las obras, como es fácil comprobarlo hoy, inclusive por la influencia que ejerció y por lo que los hombres hicieron en su nombre, es la Biblia, junto con todos los relatos religiosos de las distintas creencias. ¿Quiere escenas más surrealistas que las del Quijote, o las que relata el Dante y la misma Íliada así como toda la pintura desde el arte rupestre hasta nuestros días, con genios surrealistas como el de Leonardo, Miguel Angel con su Mosés, el Perseo de Cellini y tantos otros? El gran aporte de los surrealistas modernos fue localizar ese elemento mágico que se encuentra en toda obra de arte, que a la vez que mágico es revulsivo, y codificarlo y llevarlo hasta sus máximas consecuencias, que a veces llegaron a la incoherencia total, rayana en la locura, como por ejemplo La Inmaculada Concepción que juntos escribieron Breton y Eluard.

ACB - Hablemos ahora de alguno de sus libros. Por ejemplo “El paraíso desenterrado”.

JJC - Este libro, en verdad, representa un largo poema dividido en partes, cuyo fin constituye el relato de una historia mítica de la caída del hombre que procura rehabilitarse, como lo dice el título, “desenterrando el Paraíso”, osadía que implica un desafío.

ACB -¿Un desafío?

JJC - Sí. La recuperación del bien perdido por medio del conocimiento y del amor, como se lo encuentra en la página 14: “¿Qué historias son esas de la vida eterna/nada hay más allá de ti y de mí/ven y mientras los demonios desentierran el paraíso/nosotros seremos a la vez el infierno y la Gloria/nosotros seremos la eternidad”.

ACB - Es decir que usted pretende, por medio del diablo, que es la rebelión, alcanzar la superación.

JJC - La filosofía secreta de este libro sería la de bregar por la unión y cooperación de los hombres entre sí, o sea, exaltar el sentimiento de equipo, única fórmula con la que, llevada a sus últimas consecuencias, el hombre podrá intentar luchar con alguna probabilidad de éxito con el gran misterio que significa la vida, ese enigma que representa nacer y morir, como lo enuncia las palabras del poema en la página 53 cuando dice: “La vida es el demonio del orden luchando contra el Ángel del Caos. La Vida, conduciéndonos de uno a otro infinito nos va uniendo secretamente a la inmortalidad”, o en la página 82: “Acicalados como dos señores para el suicidio/juntos nos entregamos a nuestra sed de incesto/sumergiéndonos en un sueño muy antiguo/en una maraña de demoliciones/escombros de miel y ruinas descaradas/para morir y renacer/ diversificarnos y unificarnos/hasta alcanzar el ritmo del Universo/mientras la Vida en la puerta está sentada/esperando”; o en la página 76: “sólo el pecado puede darnos la sabiduría/amémonos ferozmente no importa cómo/es el instante diabólico en que el Infinito se hace angustiosamente visible/las gaviotas chillan a lo lejos/los susurros de los arbustos pasan velozmente a ras del suelo/y huellas desconocidas aparecen en la playa/es la hora en que tus cabellos cubren mis ojos/y el pecado se arrodilla a rezar”; o en la página 70: “¡salvemos el pecado!/¡la maldición ha sido vencida”; o en la página 51: “pues a su lado afrontaba el miedo, el sufrimiento y las torturas que me convertían en un nuevo ser. (El verdadero pecado hubiera sido no atentar contra Dios). Fue así como conocí el auténtico nombre de los demonios…

ACB - Pero esa cruzada a favor del equipo no es nueva porque ya lo dijo Jesús: “Amaos los unos a los otros”.

JJC - Sí, pero mi prédica, aunque ontológicamente se base en dicha premisa, está dirigida al mundo moderno, cuya cooperación entre los hombres ha desencadenado la tecnología. O sea que el equipo, base de todas nuestras conquistas actuales, inclusive la aportada por los hombres primitivos, son las que gracias a ellas la humanidad llegó a ser lo que es hoy, y que representa, en definitiva, un largo, azaroso y desordenado proceso de equipo. Una acumulación de conocimientos que han ido aumentando y transmitiéndose de generación en generación hasta distanciarnos completamente de la bestia.

ACB -¿Es entonces “El paraíso desenterrado” una obra hermética?

JJC - Hasta cierto punto. Aunque su significado no es indescifrable para todo aquel que quiera leerla en profundidad y no se limite solamente a ver “imágenes” o lo erótico sino la transitoriedad del yo, del bien y el mal sublimados, así como sus valores estéticos, semánticos, sus alusiones psicológicas, filosóficas y, especialmente, esta atmósfera religiosa basada en una suerte de satanismo angélico, en esa perversión divinizadora (Página 63: “bienvenida sea la abyección/que nos destruye/y nos reconstruye en tu reino”). Es decir, donde lo malo se torna bueno porque es precisamente malo, ya que lo bueno es lo malo divinizado (se llega a la pureza a través de lo corrupto) y lo simplemente bueno es el caldo de los tibios, que ya fueron repudiados por la propia Biblia.

ACB - Esa reversión de lo malo en lo bueno significaría entonces que lo malo es el estado natural de todo lo que existe y lo bueno un subproducto pasajero.

JJC - Lo digo justamente en la página 95: “El pecado es uno de los caminos hacia la santidad”, o lo que yo llamo “la moral de las catástrofes”: un desequilibrio en busca de su equilibrio. Porque el universo es eso: una gigantesca catástrofe representada por una terrífica explosión: la actualización constante de lo virtual, según Lupasco, o el universo en expansión según Eddington, como está expresado en la página 38: “…la molicie corría entre los objetos más íntimos con un extenuante sabor terrenal, que ella disipaba empujando con gesto liviano los siglos para que todo cobrara alrededor nuestro la lujuriosa armonía de un extenso cataclismo”.

ACB - Es decir, lo malo que genera a la vez lo bueno, lo bello y lo perfecto. En definitiva genera a Dios, confiriéndole a esta palabra el sentido del arcano último.

JJC - Y por lo cual Dios sería en sí mismo una catástrofe en acto (facultad que obra) y por lo que la Belleza residiría justamente, como ya lo señaló Baudelaire, en su poema “Una carroña”, en la tragedia de esa catástrofe universal. Pensamiento avalado por el constante des-hacerse (re-hacerse) de la materia y el morir y nacer de los seres.

ACB - Entonces el Paraíso es el Paraíso porque no puede ser el Paraíso.

JJC - Si. Nada “es” porque es, sino porque no puede ser. Y por consiguiente (como el chorro de la fuente) todo no es más que una ilusión creada por el movimiento constante: el Velo de Maya que ya nos adelantara la antigua filosofía hindú. Resumiendo, que todo se halla en permanente estado de “actualización” sin llegar jamás a consolidarse, porque nunca podrá consolidarse y todo debe ser pasajero porque ser “pasajero” es la condición primordial para poder “ser”.

ACB - Ceselli, expliquenos ahora por qué, no obstante cuanto acaba de expresar, la primera impresión que causa su libro es la de una acentuada atmósfera erótica.

JJC - Para definir con claridad la respuesta debo señalar, en primer término, que no se trata de un erotismo de bajo nivel, puramente carnal, sino de un erotismo metafísico, una pretensión de sacralizar el Eros, a veces paralela a la que emplearon ciertos místicos, como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Jacob Boehme, entre otros, o como algunos místicos orientales para los que las emociones componían una suerte de raptos inefables con los que, por medio del amor (recordemos aquí el Shati de Laya Yoga que en la culminación del orgasmo se comunicaba con Dios) unían sus almas en el éxtasis metafísico, el estilo de John Donne y sus revelaciones de una inenarrable felicidad espiritual en la Tierra. Y así como ellos, para dar más realismo y efusión a esa sublimación metafísica, hablando de las “bodas del alma con el Ser Supremo”, o del “matrimonio del espíritu con Dios”, así como de la “unión del amado con la amada” y otras imágenes aparentemente sensuales y terrenales, yo me refiero a la unión de los sexos para perpetuar la vida sublimada en el connubio del poeta con la Poesía para trascender la materia grosera y elevarse hasta alcanzar la infinitud.

ACB -¿Hay más alusiones secretas o significaciones ocultas o implícitas?

JJC - Sí. Y son referencias, sentidos, símbolos, alegorías que no están encubiertas para quien tenga el interés en descubrirlos. Como por ejemplo en la página 94: “¿quién puso en el mundo la maldad sino Dios?/él es nuestro enemigo y sólo tenemos para combatirlo nuestros sacrificios secretos/nuestras fatigas anónimas/actos de bondad que nadie conocerá jamás/Dios está escondido en el vacío/y el cielo pende del Infinito como una ciruela de la rama/¿quién soy yo entonces sino el aprisionado/el perdonado/el entregado?”

ACB - Esas son palabras que se las puede calificar de herejías.

JJC - En apariencia. Porque lo que verdaderamente se pone en evidencia es que sin ese atentado el hombre sería todavía una partícula de mineral o un ser inferior. Como lo señaló en mi otro libro “La Selva 4040”: “El hombre, al conquistar el Amor, se alejó de la bestia tanto cuanto se acercó a Dios”. Sí. Es un atentado, pero un atentado necesario que nos conduce por medio del dolor, del sufrimiento, de las inenarrables vejaciones que diariamente padece la criatura humana, a la ascensión, a un perfeccionamiento obligado a inexorable de nuestra senda hacia la divinidad.

ACB - O que, por consiguiente, sin lucha y sin dolor no hay superación.

JJC - Indudablemente. Por dicha razón en otro libro que todavía está inédito digo: “Dios no es más que una idea, pero una idea todopoderosa como Dios”.

ACB - Tengo entonces entendido que "El paraíso desenterrado" como "La Selva 4040" además de estar consagrados al amor, al erotismo, al misterio de Dios y a la posición del hombre en la Tierra, poseen claves que responden a la magia, a la alquimia e inclusive a los secretos del Tarot.

JJC - Efectivamente. La sola lectura del índice de "El paraíso desenterrado" indica que los cuatro primeros capítulos: Coagulación, Fijación, Reducción y Sublimación, responden al proceso alquímico que se utilizaba para la transformación de la materia vil en materia noble, tal como lo concebían aquellos viejos sabios idealistas. Por el contrario, el quinto capítulo, en lugar de estar señalado con el número 5, está encabezado con los números 4+1, que representa a Dios, que si bien igualmente suman 5, en verdad quieren significar que cuatro, es decir los cuatro elementos: el agua, el aire, el fuego y la tierra, más 1, que representa a Dios, significa, de acuerdo a la fórmula empleada en los tradicionales textos mágicos, el símbolo del Hombre.

ACB -¿Y cuál es su conexión con el Tarot?

JJC - Todo el libro responde en su espíritu al Tarot. Pero el último capítulo está consagrado a él, porque está integrado por cinco poemas largos que, de acuerdo a su presentación tipográfica, pretenden reflejar el pensamiento continuo de la mente humana, en este caso la del poeta, respondiendo cada uno de estos poemas a otras cartas del Tarot de Marsella cuyo significado secreto y agorero está reservado solamente a la imaginación de aquellos que conocen el significado mágico de estas caras que se usan para la adivinación.

ACB - Pasando a otro tema, ¿usted cree que el poeta debe consustanciarse con la realidad de su tiempo, comprometerse con los problemas sociales de su época?

JJC -¿Cómo sería el mundo si no existieran los poetas? En un medio convulsionado como lo es el presente, cercado de profecías apocalípticas, aunque también enriquecido por grandes realizaciones que conmueven los cimientos de las más arraigadas convicciones, la decisión de ser poeta parece constituir un acto heroico o absurdo, un acto que, siendo por un lado una segregación resulta no obstante también de entrega, ya que representa una suerte de sacerdocio, una especie de flor salvaje en un baile de gala que alienta nada menos que la pretensión de imponer la justicia por sobre todo los intereses, de decretar la abolición del egoísmo para transformar la existencia de los hombres en un acto de amor. Por eso el poeta es un ser eminentemente social, el oxígeno que ensancha nuestras ansias de una vida mejor, el águila que por volar tan alto tiene el privilegio de ver la aurora antes de que amanezca. Basta, por consiguiente, la sola presencia del poeta en una sociedad para desempeñar en ella una función catalítica, porque como todos esos seres que nacieron con la sangre enriquecida por los glóbulos feroces de la insatisfacción y el apasionamiento, es un ser en estado constante de transformación que transforma transformándose, el individuo que basa su ética no en la domesticidad de las sombras solapadas, sino en las peligrosas y tumultuosas transparencias de los huracanes en libertad.

ACB -¿Y cuáles son esas relaciones entre los poetas y nuestra sociedad?

JJC - Los poetas son ante todo hombres. Hombres que ríen o sufren, ciudadanos como todos los otros que en la calle su silueta se confunde con todas las siluetas, pero que dentro de su espíritu ha estallado un ángel: la rebelión contra la estupidez y la maldad. Son seres que con sus espantosas voces pretenden decir la verdad, que intentan aniquilar la desgracia hablando de la belleza, que procuran justificarla vida poniéndola a cubierto del egoísmo, de la mugre, de la miseria. Son seres hipersensibles que ante esas pizarras periodísticas rodeadas de luces resplandecientes, de lujosas empleadas con la última falda a la moda llevando sobre sus ojos el boato, el hechizo, el esplendor de sigilosos encuentros en ostentosos hoteles donde el amor camina desnudo entre caricias y deleites, ve en cambio fluir la sangre, caer la sangre, chorros de sangre y de catástrofes, a hombres que aúllan de dolor, seres que nadie oye a pesar de que se encuentran allí, metidos en una cifra, encerrados en el nombre de una población, con sus horrendos gritos, con sus gestos terribles, sus miembros mutilados, sus hijos muertos por la metralla, el hambre, los terremotos, la sequía…

ACB - Ante tantas calamidades, ¿cómo reacciona el poeta?

JJC - Padeciéndolas, angustiándose y toma su portafolios, lo abre y arrancando de su estupor una frase la anota y se va a ahogar su inquietud en un café, en su oficina o frente a un cliente que le propone la compra o venta de algo, mientras el corazón sigue macerando palabras, esas palabras que luego constituirán un verso que trata de encerrar entre sus sílabas el dolor, la ilusión o el mendrugo de felicidad o de ternura que en un momento alumbró su alma con el indescriptible milagro de la revelación.

ACB -¿Y resulta suficiente esa actitud del poeta para cambiar el destino de una sociedad?

JJC - A veces sí, a veces no. Pero casi siempre sirve para preparar el cambio. Digamos, por lo tanto, para terminar, que del mismo modo como el sueño torna más intenso el amor, la poesía torna más intensa la vida, porque abarca desde una brizna hasta los confines del infinito, porque crece tanto entre las rocas como en los vendavales, palpita como un pájaro aprisionado entre las manos o hace detener la angustia que golpea sobre los cristales de la ventana, y del mismo modo como la vida constituye un equilibrio entre lo visible y lo invisible, poesía es un equilibrio entre la belleza y el delirio, la presencia inesperada del asombro, del misterio, de la divinidad. La poesía acelera el pulso de la hierba cuando amanece, posee el temblor de las novias, el atractivo de los cuartos donde duermen las doncellas, la melancolía de las vitrinas donde deslumbrados se detienen los niños pobres a soñar.

ACB -¿Qué representa entonces el medio social para el poeta?

JJC - Como ya lo hemos señalado anteriormente, no queda más remedio que aceptar que el bien es temporal y el mal eterno y que la vida es lucha, seducción, exorcismo, una batalla desatada en el comienzo de cada aurora, una conquista perenne jamás lograda pero siempre en marcha, constantemente actual, pero que no se da reposo, que no se detiene como no se detiene el festín del óxido sobre la vetusta reja del viejo solar. Y el poeta, signado por su inspiración impía y a la vez santa, implacable como un violín de azufre, como una catarata de yodo, como la dentadura incandescente de Satán, es el que elige su camino para provocar una revolución que busca volcarse sobre sus semejantes como un grito para darles a conocer los paisajes al rojo del delirio, de ese delirio que cada poeta revela a su manera, porque poesía es revelación, es conjuro, el canto de los pájaros y el aullido del lobo, una joya en llamas envuelta entre los tules de lo cotidiano, la victoria ardiente en la palabra Libertad.

ACB - Hablemos ahora más detalladamente de "La Selva 4040", ¿cuál sería su motivación fundamental?

JJC - Una suerte de confesión, el relato de vivencias felices y penosas de un poeta, algo así como la descripción de su conjunto con la Poesía y, a veces, con la desesperación. Por tales razones el libro comienza como un relato de momentos mágicos para desembocar luego en la rebelión o la impotencia de la muerte y el dolor, que lo llevan finalmente a la locura. Podría decirse también que se trata de aventuras vividas al lado de una criatura totalmente imaginaria, o el apasionado esfuerzo por poseer a la mismísima Poesía, ya que ésta, si bien es irreal, o ilusoria, participa igualmente de lo material, o del vivo, cuando actúa como algo existe, como algo que deja su impronta sobre las cosas o penetra dentro de nosotros al cobrar la forma de una mujer que pasa, de una ave que vuela, de un rayo de sol que se introduce disparatadamente en una habitación donde todo es tristeza y muerte para poner una insólita nota de increíble algarabía, de desconsiderado optimismo.

ACB -¿A qué se debe que suerte de anarquía en las fechas que saltan de una época a otra?

JJC - Esa aparente arbitrariedad o desorden en el tiempo cronológico pretende dar la sensación de que pasado, presente e inclusive futuro componen en la obra una unidad donde el calendario no rige; por la cual se puede ir y venir dentro de ese territorio como se va y se viene dentro de la memoria, o como cuando se recorre una ciudad o se lee u hojea hacia el comienzo o hacia el final las páginas de una novela.

ACB - Diríamos entonces que en su libro usted dispone de la "atemporalidad" de acuerdo a sus deseos?

JJC - Trato de desarticular lo temporal y manejarlo, por lo menos con la imaginación, libremente, trastocando momentos, lugares, estaciones, trayendo o llevando las horas de un lado para otro, donde cada escena asumida, o por asumir, puede proyectarse o vivirse como se desee.

ACB - Una pretensión a la que desde los albores de la conciencia de la humanidad se ha consagrado mucha gente, la punta entre la memoria y los presentimientos.

JJC - Exactamente. De acuerdo con esta puja la memoria representaría uno de los elementos fundamentales con los que está construido el Universo. Sin memoria éste no podría existir, razón por la cual en la Eternidad la memoria, el tiempo y el espacio se hallarían allí estacionados como los objetos de un vasto almacén, pudiéndose disponer de ellos indiferentemente como unidades sueltas.

ACB - La memoria sería por consiguiente el elemento básico de la "Selva 4040" incidiendo sobre las pasiones y los hechos cotidianos, disponiéndolos a su arbitrio, así como lo hace también, digamos, con otras entidades abstractas o físicas.

JJC - Sí, porque allí se conjugan el amor, el tiempo, la muerte, el erotismo, así como las enfermedades, apetencias, los sueños, los que representan en determinados momentos, las maneras de expresarse de los distintos "yo" que componen la personalidad de un solo individuo ya que, en verdad, cada criatura humana constituye una infinita sucesión de "yoes".

ACB - Y que constituyen a la par las infinitas maneras como ante nuestros ojos se nos presente la vida.

JJC - Sin lugar a dudas. Por ello este libro ha sido compuesto teniendo como mira la teoría de la "Segunda cara del Universo", que se menciona en una ilustración que aparece en la primera página de la obra, pero también refiriéndose a la constante división del Cosmos y de la existencia de los seres en ramales de tres, que constituyen el último peldaño para alcanzar la unidad.

ACB -¿Quiere decir lo que genéricamente llamamos trivios y en la religión "La Trinidad"?

JJC - Justamente. Porque así como cada uno de estos conjuntos que forman el largo-ancho-alto, estaría también el espacio-tiempo-memoria. Y a pesar de que parecerían estar indisolublemente unidos pueden, no obstante, ser desarticulados y considerados por separado, de igual manera como ocurre con el sentido total del mensaje que pretende ofrecer "La Selva 4040", que en primera instancia podría desglosarse en tres temas fundamentales: los "cernos", los recuerdos y un tercero más sigiloso que no escapará a la sagacidad del lector. Aunque ahondando aún más esta primera interpretación se hallarían otros "trivios": la rebelión, el delirio y el pretendido connubio con la Poesía. Y así, sucesivamente, pues, ¿qué otros significados no descubrirán en esas páginas aquellos que traten de leer entre líneas con los ojos liberados de las "Fuerzas secretas"?

[Publicado originalmente em Scandalar, Nueva York, Julio-Septiembre, 1981.]