Mostrando entradas con la etiqueta Andrés Bohoslavsky. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Andrés Bohoslavsky. Mostrar todas las entradas

domingo, 16 de octubre de 2016

Poemas acerca de las madres ( varios autores)



La noche interminable


Mi madre estaba allí,en la noche interminable
en la mas fría y azul de todas
y yo, no sé por qué le toqué la frente helada
y sentí que somos una piedra, disfrazada unos años

entonces le hablé como nunca lo había hecho
y le conté de ese río de lava roja
que aparece en mis sueños
y de esa tarde flotando en el mar con ella
cuando descubrí sus ojos llenos de olvido
en los que vi un barco ardiendo
y mi cuerpo de niño flotando en el río, boca arriba
debajo de un cielo oscuro

creo que antes de morir algo la había aniquilado
algo que no puedo pronunciar
pero siento que me acecha como a ella
y espera pacientemente devorarme

una sospecha me hizo abrirle un párpado
y vi el barco ardiendo nuevamente
la abracé fuerte
como nunca lo había hecho
mientras el río de lava me tragaba.

 De Andres Bohoslavsky


Mi madre

Está muerta hace tiempo,
pero cumple años como siempre
y reaparece en las fotografías,
mitad escondida, mitad velada por la vergüenza.

Tengo la misma edad de su muerte
y es como si cruzara un bosque
lleno de humo
o enarbolara una bandera de parlamento
o descubriera un feto
en el fondo de una piscina.

Estaba sentenciada por el embuste.
Cuando la vi, era tarde:
los años la habían arrasado en pocos meses,
tenía el rostro de las brujas infantiles
y, sin embargo, era ella,
la misma que me acunaba en su pollera
con olor a cocina,
la misma que convocaba el té de tilo nocturno,
la que me enseñó a rezar para mi padre,
muerto por esos cielos,
la que estiraba las frazadas hasta las orejas,
la de las manos rugosas de tiempo y jabón.

Era la misma. Pero ocupada en su muerte,
no le alegraba mi regreso
y seguía acostada sin preguntarme nada,
sin fuerzas, sin ganas, sin amor.
No le importaba el hijo que regresaba enfermo.

Estoy cruzando su muerte en mitad de la lluvia,
estoy echando un puñado de tierra
y me falta su amparo, su falda, su silencio.
Será posible, Dios, que nunca acabe,
que nadie acabe de morir
hasta su propia muerte,
que todo sea un atentado de ambigüedad,
que me dé miedo escribir
por no tropezar con ella
detrás de cada metáfora,
detrás de cada impericia.

Camino por su muerte como si sólo ahora
muriera de repente.

Ya no existen sus cartas, sus peinetas,
su cama de la muerte.
Sólo existe este llanto tardío,
esta sobresaltada pesadilla,
este miedo a vivir que dan los años.

De Oscar Gorbacho



http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/2015/12/oscar-gorbacho-carmelo-uruguay-1922.html




Los ojos de mi madre


Hundidos en el fondo de su rostro
con piel de Blancanieves
intocados por los años
de larga vida y breve muerte
con un destello de paloma en vuelo
nunca supe cuándo me dejaron
de mirar

De Carlos Basch

http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/2013/11/carlos-basch-1948-capital-federal.html

Hay quienes comparan nadar
con un regreso a la panza de la madre:
revivir estar en líquido amniótico.

El saco amniótico es un recinto reducido
(se estira, estira la piel todo lo que se pueda)
que amortigua y el feto puede saltar ahí, moverse:
estar protegido de posibles golpes exteriores.

El río es un lugar inmenso, no hay paredes ni barandas
donde sostenerse.

La relación entre mamá y yo no está en el agua:
nunca nadé soñando estar dentro de ella.
Doy brazadas sin ninguna pretensión embrionaria:
hago inmersiones sin buscar ningún sentido a nuestro vínculo
salgo a respirar como todo mamífero que sueña con ser pez
pero sabe que en el aire está su vida.

Mi mamá me enseñó a crecer
sin tener que dejarme el traje de buceo puesto.

De Lorena  Curruhinca

Responso ante el cadaver de mi madre

A este cadáver le falta alegría.
Qué culpa tan inmensa
cuando a un cadáver le falta alegría.
Uno quiere traerle algo radiante o gustoso (yo recuerdo
su felicidad de anciana comiendo un bife tierno),
pero Dora aún no regresa del mercado.

A este cadáver le falta alegría,
¿alguna alegría aún puede entrar en su alma
que está tendida sobre sus órganos de polvo?

Qué inútiles somos
ante un cadáver que se va tan desolado.
Ya no podemos enmendar nada. ¿Alguien guarda todavía
esas diminutas manzanas de pobre
que ella confitaba y en sus manos obsequiosas
parecían venidas de un árbol espléndido?


Ya se está yendo con su anillo de viuda.
Ya se está yendo, y no le prometas nada:
le provocarás una frase sarcástica
y lapidaria que, como siempre, te dejará hecho un idiota.

Ya se está yendo com su costumbre de ir bailando
por el camino
para mecer al hijo que llevaba a la espalda.

Once hijos, Señora Coneja, y ninguno sabe qué diablos hacer
para que su cadáver tenga alegria.

 De Jose Watanabe




En el retrato luce joven

con la blusa
el peinado y el gesto
de otra época.

Sin embargo
está ausente la alegría
de aquellos que tienen
todo por delante.

Si ocurriera el milagro
de volverla a la vida
¿sería afectuosa su mirada?

¿O sería levemente irónica
como la que una muchacha brinda
a un hombre mayor
 a quien respeta?

¿Me reconocería en esta edad
que me encuentra
 haciendo cuentas con el misterio?

Con nuestros recuerdos
traicionamos al tiempo.

Imágenes
que  traen desconsuelo.
 
 
de Jorge Santkovsky


El Pecho Blanco, El Pecho Negro

Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
Al despertar tomaba el pecho blanco en su mano
y acercándolo a mis labios decía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche blanca, espesa, dulcísima.
Luego apretaba entre sus dedos el pezón negro
y colocándolo en mi boca repetía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche oscura, infinitamente agria.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
De día, sosteniendo el pecho blanco en su mano
como una paloma, susurraba: Es la luz del mundo;
y a la noche, mientras exprimía suspirando
el pecho negro, prorrumpía: Es la oscuridad.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
A veces exponía el pecho blanco al sol
y escondiendo bajo su ropa el pecho negro
canturreaba: Esta es la leche que sacia toda hambre,
y su rostro se iluminaba con una sonrisa inmortal.
Pero mi boca buscaba otra vez el pecho negro
y tomándolo en su mano con piadosa resignación
lo ponía en mis labios diciendo: Bebe, hijo mío,
y yo bebía ávidamente la leche que da más hambre.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.

De Horacio Castillo

mas poemas en
http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/2010/11/horacio-castillo.html

Mi madre

Que‚ nube ser aquella nube
Que viene entenebrecida? Ser
el llanto de mi madre que en
lluvia se ha convertido.
El sol a todos alumbra
A todos, menos a mi. No
falta la dicha a nadie;
Para mi solo hay dolor.
Porque no conocí a mi madre,
Mas que la fuente lloro‚ Porque no
hubo quien me ampare Mi propio
llanto bebí.
También al agua me echó‚
Queriendo que me arrastrara;
El agua me echó a la orilla
Diciendo: ‘Sigue buscándola’.
Como ella desde la nube
Mi corazón también lloró.
Flotando en lago de sangre,
Enmarañado de espinas.

de Juan Wallparrimachi Mayta 

mas poemas en http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/2017/07/juan-wallparrimachi-mayta-potosi-1973.html


viernes, 13 de mayo de 2016

Andrés Bohoslavsky (Cipolletti 1960)








Diálogo con el primer niño del mundo

 

El día primaveral movía las ramas, un niño las miraba

–el mundo recién se había inventado–

y me preguntó: ¿crees que lo que se mueve son las ramas o el viento ?

 

Me detuve a pensar la respuesta

cuando llegó a mi mente luego de atravesar mis ojos

 me di cuenta de que lo que se movía no era el viento

 ni las ramas

 sino su corazón.


Codicia

 

No tuve en esa época, otra salida a la crisis

que vender mis textos a Codicia

él traía su balanza y los depositaba en uno de los platillos

en el otro, las monedas

 

 la relación era muy mala para mí

 y muy ventajosa para él

 entonces comencé a escribirlos más largos

pero aun así era insuficiente

 

 Un día la casa de Codicia se incendió

y mis poemas junto con ella

Codicia corrió a salvar su bien más preciado

 

 abrazado a la balanza, tropezó al intentar salir

 y quedó encerrado con ella.


El pintor de sueños

 

Mientras intentaba pescar en el río

 observé a un tipo que instalaba su caballete

 miraba el paisaje y pintaba

 

 caminé silenciosamente y pude observar el cuadro

no se correspondía en absoluto

 con la realidad frente a sus ojos

 

 pinto sueños, me dijo

 

Asé el pescado y lo comimos juntos

 cuando me dormí, el tipo se metió en el cuadro

 

 Por la mañana, mis ojos no vieron el río

 ni el caballete

el paisaje tampoco era el mismo

 comí el resto de pescado y partí.


Poemas del libro  "El mundo es un poema inconcluso" Editorial Leviatan 2023




Los perros del mal

                                                                

                                               a los que escapan de los perros de Lutero

 

 

Desde aquella mañana, en que escuché al pastor de mi credo

subido a los hombros de mi tío Artemio

quien solo concurría por la comida y bebida

servida después de la misa, no pude olvidar jamás

la cita a los perros que poseía Lutero.

 

“Tengo tres perros peligrosos:

la ingratitud, la soberbia y la envidia

cuando muerden dejan una herida profunda”.

 

Los perros de Lutero se soltaron, se atacaron entre sí

transformados en monstruos mordieron a mi tío

a algunos otros que no pudieron huir

y todos terminaron convertidos en lobos con piel de cordero.

 

Cinco décadas después sigo escapando y me escondo

antes que uno de ellos me de alcance.


 

Poesía en el lado oscuro de la luna

 

 Cuando llegué a la luna, abrí mi valija y saqué las pocas cosas

que necesitaba para pasar esos días

creyendo que podían convertirse

 en una buena oportunidad para hacer cosas postergadas:

 el libro de Chéjov sin terminar

el álbum de fotos que no miraba hace tiempo

el avioncito para armar que mi padre me había traído

 de uno de sus viajes y yo dejé sin tocar desde mi niñez, el cubo de Rubik

para intentar resolverlo y un cuaderno para escribir poesía.

 

Ahora que volví a la tierra veo a todos estos objetos

 junto a mí, en el banco de siempre en la plaza

el libro de Chéjov, el álbum de fotos, el avioncito armado

y el cubo de Rubik sin resolver.

 

 Estaban todos, salvo el cuaderno que olvidé

en su única página escrita hay un poema

que ahora gravita sobre un cráter

 en el lado oscuro de la luna.

 

 

 

Fotos viejas en el mercado de pulgas

 a mi padre Luis

 

Mientras reviso la caja con fotos viejas

 en el mercado de pulgas

 haciendo tiempo, perdiendo el tiempo

 asoma desde el fondo una foto

 que recuerdo haber visto hace muchos años

 mis padres de la mano, en un lugar que no reconozco

 jóvenes y sonrientes y muy lejanos en mi mente

 no en mi corazón.

 

 Decido comprarla y consulto el precio

 la señora que atiende tiene un parecido a mi madre

 el tipo que asoma desde atrás un aire a mi padre

pero la foto no está en venta

 es una caja de fotos familiares

que alguien mezcló por error.


El falso genio

 

Sale de la vieja lámpara y dice concederme tres deseos

miro hacia todos lados para que no piensen que estoy loco

y terminar nuevamente en el psiquiátrico

o declarando en la comisaría de madrugada.

 

Pero el tipo era un simple estafador.

 

Cuando vuelvo a mi cuarto

 no encuentro a mis padres

ni retorné a mi infancia

y tampoco esta noche logré escribir el poema perfecto.


La cajita de música

 

Tirada entre cosas sin uso, en una bolsa arrojada por azar

 en un tacho de basura de la plaza

 encuentro una vieja cajita musical.

 

 La tomo, le doy cuerda con la pequeña llave

 que cuelga de ella

debo haberme excedido o tal vez haya roto algo.

 

 

Sale la bailarina de su interior

pero su cuerpo no es porcelana sino humano

pequeña como las hadas de los cuentos

 me agradece haberle puesto fin al sufrimiento

y encierro de tantos años.


Del libro : " Medianoche en la plaza de los sueños"  Editorial Leviatán 2021



IX 


Pusimos pedazos 

de carne y verduras 

en una olla de latón


 Zun me dice

 que cuando alcancemos el Nirvana 

se apagarán los fuegos 

de la codicia 

y el odio 

hasta alcanzar la iluminación 


comemos en silencio 

el exquisito guiso del mago 

que me pide que retire esos restos de rencor

 que hay en mi plato.


XVII 


Un minúsculo trozo 

de paisaje 

llama mi atención 

me acerco a la pintura 

montañas

 bosques

 arroyos

 rocas

 hombres

 flores

 eternamente inmóviles

 me dicen que entre en el 


cuando las cosas se ponen difíciles 

vengo hasta el museo 

y entro al cuadro


 elijo ser una piedra 

cercana al río.


del libro China ocho milimetros editado por La carta de Oliver



Margot, la prostituta que leyó a Bakunin

Vale más un instante de vida verdadera
que años vividos en un silencio
de muerte.
Mijail Bakunin

Caminando de madrugada por la calle de la tristeza

llegando a la intersección con el boulevard de los perdidos

me senté como siempre, a observar el cielo estrellado

mientras encendía un cigarrillo


encontré, convertida en objeto de consumo nocturno

a quien había sido mi compañera de estudios, Margot

que leía a Baudelaire y Rimbaud en francés para entenderlos

envejecida por el paso del tiempo

y la intensidad de un trabajo que reclama su libra de carne


nada en ese abrazo habló de poesía

su mundo, reconvertido en mercancía

ahora demuele las palabras que tanto amaba

y la asimila a una muñequita del barroco

abandonada a su suerte


la neblina que cubre el boulevard

nos transforma en dos adolescentes

que debaten la función social del arte

y las teorías anarquistas del príncipe Mijaíl Bakunin

al mismo tiempo


cuando la bruma se retira

lo único que confirma su presencia

es una colilla de cigarrillo con su lápiz labial y su perfume

y su voz, espectral, diciendo:

salvo que seas poeta, las palabras no significan nada.


Una historia sencilla

Atendí la puerta, era Cristo pidiendo algo

le dije que entrara

a mí no me gustaría estar solo hoy

estaba muy callado, más que otras veces

 

luego, supongo que el vino lo animó

y cuando ya era tarde

dijo algo acerca de los pobres

 los que abren la puerta

algo que recuerdo muy confuso de una aguja

un ojo un camello y un reino.

 

Yo había bebido demasiado

lo saludé y me fui a dormir.


El alma de los perdedores

 

Me pregunto de qué está hecha el alma

 de los perdedores, la más bella de las almas

 tengo preguntas extrañas últimamente

esas que supongo hacen los desesperados

 

 ahora voy en busca de las respuestas

 que habitan en el fondo de los sueños abandonados

los míos y los tuyos

 

 pero no me importan los misterios milenarios

 ni las naturalezas muertas ni los dados que arroja Dios

 no me interesan las mentiras

 me interesás vos y de qué estás hecho

 

he cerrado los ojos mucho tiempo

 para ver mejor, para entender muy tarde

que hay preguntas que no tienen respuesta.


La fuente de los deseos

 

La tarde que inauguraron la fuente en mi barrio

observaba de lejos a las personas

 que una a una arrojaba sus monedas

mientras cerraban los ojos, en una extraña ceremonia

donde cada una de ellas equivalía a la concreción de un deseo

 sin importar la magnitud del mismo

 

los rostros hacían difícil entender sus deseos

pero mi amigo Pedro, el ciego-vidente

me dictaba los de cada uno de mis vecinos

y así fui dándome cuenta que casi todos anhelaban algo parecido

 

todos y cada uno de los deseos

estaban atravesados por el sueño de la posesión

no había en ninguno de ellos, el menor rastro

de algo que no se pudiese comprar, atesorar o acumular

 

la representación perfecta de un sistema auto-inmune

bienes y objetos saturaban el campo del deseo

no figuraban sueños de amor ni de revoluciones

 nadie anhelaba recuperar el tiempo perdido

 

de una manera u otra, el dinero aparecía en todos los deseos

a veces de manera directa y otras no tanto

 pero allí estaba su presencia, intacta y permanente

y absolutamente despreciable para un tipo como yo

que piensa en el dinero como causa de todos los males

 

 me harté de todo esto, el plan surgió espontáneamente

decidido a irme del barrio

robé todo el dinero que contenía y la dinamité.

 

Todos poemas de Margot , la prostituta que leyó a Bakunin 






 

Los ojos de sasha
o el fin de un sueño rojo

La muerte de mi madre en un hospital para enfermos mentales
provocó diferentes reacciones entre los miembros de mi familia
-una familia que zozobraba como los restos de un naufragio
que de a poco desaparecen sin importarle a nadie.
Fue internada por sus hermanos, diagnosticada con un cuadro de esquizofrenia
que según ellos no tenía otra forma de ser tratada
con urgencia, violencia y un grado de crueldad que prefiero olvidar.

Devota del sueño bolchevique, jamás pudo entender los cambios del mundo
ni una sociedad que corría tras la felicidad y salvación individual.
Finalmente se alejó de los suyos y del resto, terminó aislada por propios y extraños
que la rechazaban tanto a ella como a su forma de pensar.
En mi corazón, sentí que su muerte simbolizaba una especie de asesinato
donde todos tenían una cuota parte de responsabilidad y conformaba

uno de esos crímenes silenciosos que todos preferimos ignorar y cuyo formato
nos incrimina, lo que constituye un buen motivo para mirar hacia otro lado.

Buscando protegerme del dolor y de su ausencia, decidí refugiarme
en la casa de uno de los pocos amigos que me quedaban, Vladimir.
Un tipo silencioso y casi autista que se asemejaba a mí más de lo imaginable.

Los domingos acompañaba a mi amigo a visitar a su abuela que,
como el resto de los ancianos, se encontraba en un lugar llamado geriátrico,
pero a mí me resultaba más parecido a un depósito de personas abandonadas,
con rasgos de campo de concentración moderno o una variante de los zoológicos
que, en lugar de chimpancés y leones enjaulados, aquí se encontraban en estado
natural y sin rejas, donde los exhibidos eran seres humanos.

El dueño del zoo, perdón, del geriátrico, se volvió millonario
a raíz de esta actividad y otra también, exquisita: prestamista.

Mi mente fue ideando un plan, moldeándolo en silencio domingo a domingo.
Conociendo el dato de que los abuelos partirían el lunes en un tour a la fría Necochea,
en plena temporada invernal, entré de madrugada al lugar. Entramos, mejor dicho,
mi gatito Sasha y yo. Rocié todo con nafta, incluido el descapotable del tipo,
encendí el fósforo que inició el incendio y escapamos en la oscuridad
tan sigilosamente como habíamos llegado.

Esa noche dormí mejor que nunca, como un ángel caído que trae justicia
a un mundo cruel, un anti-sistema de los sin voz. El mundo se redimía
con mis actos, con los actos de un héroe anónimo del cual nunca nadie sabría nada.

Me levanté y encendí el televisor que informaba de la tragedia.
Los ojos de Sasha hablaban al mirarme:
treinta y nueve abuelos fallecidos en el incendio.
El viaje era el lunes, pero no ése sino el siguiente,
debido a un cambio de planes de último momento.

Entendí en ese instante, que el infierno está tapizado de buenas intenciones.

El velatorio movilizó a la ciudad completa, el dolor era terrible
y todos lloraban desconsolados. Todos menos el tipo que sufría en silencio
por el fin del negocio y su descapotable derretido.

Carcomido en mi conciencia, como el personaje de Crimen y Castigo,
me entregué confesando todo. Me declararon insano y paso los días
en este neuro-psiquiátrico escribiendo al aire libre y disfrutando la belleza
de lo simple. Como a mi madre, todos me dieron la espalda salvo mi amigo
Vladimir y Sasha.

Sus ojos cuando se cruzan con los míos vuelven a hablarme
y me dicen tener un plan.


 del libro
"Los ojos de sasha
o el fin de un sueño rojo" de editorial Leviantan (2018)



Fragmentos de dharma y karma en la habitación 112

Un gato roza el plato con agua que está apoyado sobre un rollo de papel gigante y cae.
Al derramarse genera un cortocircuito que incendia la imprenta.
Los dueños retornan a Medio Oriente para emprender una nueva vida
desandando el camino de sus antepasados y mueren en un bombardeo
dos días después de haber llegado.

La caja de fotos queda mal cerrada por la presión de una de ellas.
Ahora fragmenta dos cuerpos y dos rostros familiares y extraños a la vez.
El próximo en abrirla no advierte que cae al piso y será tirada a la basura.
Los desechados son los abuelos, inmigrantes de una Europa del este desconocida,
ambos sobrevivientes de Treblinka.

Una paloma es aplastada por un auto al quedar sus patas adheridas en el asfalto.
El conductor al intentar esquivarla se mete de lleno en un kiosco
y da muerte al que lo atiende, desocupado tres días atrás.
Mi amigo Pedro, ciego, cuando sale del centro Braille donde enseña Letras,
ingresa al centro de atención para alcohólicos anónimos, donde toma clases
para dejar de serlo.

La enfermera suministra al paciente de la 109, pleno de vida,
el medicamento correspondiente al de la 112. Su error destruye un ser humano
y en su lugar nace una planta.

Intento recordar, pero no lo logro con claridad, la vida parece hecha de retazos,
fragmentos. Entre unos y otros, lo que asoma no siempre tiene explicación
o si la tiene, es confusa. Yo era el paciente de la 112, estuve en coma
siete semanas, cuando desperté escribí esto.

Los que decían que moría tampoco acertaron.


Ceguera


Cuando llegamos al borde del precipicio
debía empujar a Harry, el ciego,
y cumplir de una vez y para siempre
con su pedido.

Él estaba harto de la indiferencia del mundo
de la burla de la gente
de vivir como un mendigo.
De que el único que leyera sus poemas fuera yo.

Lo abracé, le dije que entendía perfectamente;
lo miré a los ojos
le puse este poema en el bolsillo
y me arrojé.


El pianista del Black Cat y otros poemas. Editorial La carta de Oliver. 2007.


La noche interminable


Mi madre estaba allí,en la noche interminable
en la mas fría y azul de todas
y yo, no sé por qué le toqué la frente helada
y sentí que somos una piedra, disfrazada unos años

entonces le hablé como nunca lo había hecho
y le conté de ese río de lava roja
que aparece en mis sueños
y de esa tarde flotando en el mar con ella
cuando descubrí sus ojos llenos de olvido
en los que vi un barco ardiendo
y mi cuerpo de niño flotando en el río, boca arriba
debajo de un cielo oscuro

creo que antes de morir algo la había aniquilado
algo que no puedo pronunciar
pero siento que me acecha como a ella
y espera pacientemente devorarme

una sospecha me hizo abrirle un párpado
y vi el barco ardiendo nuevamente
la abracé fuerte
como nunca lo había hecho
mientras el río de lava me tragaba.


 del libro
"Los ojos de sasha
o el fin de un sueño rojo" de editorial Leivantan (2018)




 


El acta

                        a mi madre Sara

Yo, que estoy en el medio del mar
leo el acta, que con unos cuadraditos marcados con una x
deja constancia de la muerte de mi madre

mientras la rompo y el viento se la lleva
depositándola en unas olas gigantes
pienso en ella con sus lentes viejos, leyendo a Chejov
o las cartas de familiares de Rusia
y en aquellos años en que era feliz, paseando con mi padre por la
                                                                             / playa
mientras yo corría detrás de ellos

me doy vuelta y la veo sentada en una silla en la proa
rodeada por unos albatros que picotean restos de comida

me llama y me siento junto a ella, mientras saca unas fotos viejas
en paisajes extraños, junto a sus padres
y luego otras y otras, como un repaso de su vida
mientras hablamos de las cosas que quedaron sin hacer
de esos planes simples que teníamos
y ya no podremos realizar

giro la vista al mar y cuando me doy vuelta para abrazarla
ya no está
a mis pies, veo la foto en que ella está delante de la casa de sus
                                                                           / padres
en la calle de la revolución
la llevo al camarote, la pego en la pared
y me acuesto a dormir
en el sueño, escucho su voz, casi imperceptible, que me dice:

- no estés triste, ya nos veremos.-

me despierto, me sirvo un vaso de vodka
y miro por el ojo de buey la tormenta que se avecina
voy a la sala de máquinas, a cumplir mi turno
y la escucho nuevamente:

- hijo, el hombre es lobo del hombre-

me río pensando en ella, en esos viejos tiempos
donde soñaba un mundo más justo
sin imaginar que nos convertiríamos en bestias.


 Una noche en bosque-poesía y otros poemas. Poesía Mayor, Editorial Leviatán. Buenos Aires, Argentina. Marzo 2014}



 Rebeca

Iván, peluquero y anarquista ruso
fue asesinado por la policía en los años 40
en un bolsillo de su pantalón encontraron tres monedas
panfletos llamando al alzamiento contra el poder de turno
y un librito acerca de cómo construir un mundo
donde nadie es amo ni esclavo
y del devenir inexorable de la felicidad a causa de esto

un pequeño peine completaba el cuadro en el otro bolsillo


el hijo del peluquero se hace policía para ganarse la vida

reprimiendo a los que alteran el orden en la vía pública
en una refriega, muere asesinado por un ladrón que le dispara a la cabeza

Rebeca, la hija del policía reabre la peluquería familiar

sin saberlo, le corta el cabello al ladrón que asesinó a su padre
y al comisario que mató a su abuelo

por las noches escribe poemas breves impregnados de amor

ignora el mundo casi por completo y es feliz
eso me dice, casi sin mirarme
al bajarme del sillón de la peluquería.

 “ La camarera que se creía Greta Garbo y el plomero que soñaba ser Lenin “ ( La carta de Oliver, Buenos Aires  2016 )

Poesía en el lado oscuro de la luna


Cuando llegué a la luna, abrí mi valija y saqué las pocas cosas
que necesitaba para pasar esos días, creyendo que podían convertirse
en una buena oportunidad para hacer cosas postergadas:
el libro de Chejov sin terminar
el álbum de fotos que no miraba hace tiempo
el avioncito para armar que mi padre me había traído de uno de sus viajes
y yo dejé sin tocar desde mi niñez, el cubo de Rubik
para intentar resolverlo y un cuaderno para escribir poesía.

Ahora que volví a la tierra veo a todos estos objetos
sobre la mesa de luz:
el libro de Chejov, el álbum de fotos, el avioncito armado
y el cubo de Rubik sin resolver.

Estaban todos, salvo el cuaderno que olvidé en la luna,
en su única página escrita hay un poema
que ahora gravita sobre un cráter
en el lado oscuro de la luna.